Esta miniserie nos relata la historia de Margaret Hale, la protagonista del libro Norte y Sur, de Elizabeth Gaskell. La reseña del libro dice así:
A través de la historia de Margaret Hale, una joven del Sur de Inglaterra que por circunstancias familiares se ve obligada a trasladarse al Norte, a la ciudad industrial de Milton -un trasunto apenas disfrazado de Manchester-, Elizabeth Gaskell plasma de forma magistral los conflictos sociales y políticos derivados de la revolución industrial en la Inglaterra de mediados del siglo XIX. Para la protagonista, el Sur donde ha nacido simboliza el idilio rural, el triunfo de la armonía social y el decoro; frente a él, el Norte es sucio, rudo y violento. Sin embargo, a medida que va penetrando en ese nuevo mundo y sus distintos estratos -desde Bessy, la joven obrera enferma y su padre, líder sindical, hasta John Thornton, dueño de una fábrica textil, por quien siente una creciente atracción-, tendrá que ir corrigiendo sus prejuicios; y del mismo modo, su condición de mujer subordinada evolucionará hacia una madura aceptación de sí misma y de sus sentimientos.
Norte y Sur (1855) es ante todo una novela de personajes que crecen, actúan, piensan y sienten. Las contradicciones de la Inglaterra industrial se entrelazan con una historia de amor apasionada y curiosamente moderna, entre dos seres capaces de tratarse como iguales a pesar de todas las diferencias que los separan.
Este libro nos deja unos pasajes preciosos como es este que pongo a continuación:
Margaret recobró una vez más el dominio de sí misma mientras hojeaba algunos documentos legales y extractos de cuentas apresurada y temblorosamente.
-¡Vaya! Aquí está, y.. él me redactó una propuesta, ojalá estuviera aquí para explicarla, que demuestra que si aceptara usted una cantidad de dinero mío, mil ochocientas cincuenta y siete libras, que en este momento están inmovilizadas en el banco y que sólo me aportan el dos y medio por ciento, podría pagarme usted un interés mucho más alto y Marlborough Mills podría seguir funcionando. -Se le había aclarado la voz, que era más firme ahora. El señor Thornton guardó silencio, y ella siguió, buscando algún documento en el que estaban escritas las propuestas de garantía, procurando ante todo dar al asunto un cariz de mero acuerdo comercial en el que ella tendría la principal ventaja. El corazón de Margaret dejó de latir al oír el tono en que el señor Thornton dijo algo mientras ella buscaba dicho documento. Su voz era ronca y temblorosa de tierna pasión cuando dijo:
-¡Margaret!
Ella alzó la vista un instante; y luego intentó ocultar sus ojos luminosos, apoyando la cabeza en las manos. Él imploró de nuevo, acercándose, con otra apelación trémula y anhelante a su nombre:
-¡Margaret!
Ella bajó todavía más la cabeza, ocultando así aún más la cara hasta apoyarla casi en la mesa que tenía delante. Él se acercó más. Se arrodilló a su lado para quedar a su altura y le susurró jadeante estas palabras al oído:
-Cuidado. Si no dice nada, la reclamaré como propia de algún modo presuntuoso y extraño. Si quiere que me marche dígamelo ahora mismo. ¡Margaret!
A la tercera llamada, ella volvió hacia él la cara, cubierta aún con las manos pequeñas y blancas, y la posó en su hombro sin retirar las manos. Y era demasiado delicioso sentir la suave mejilla de ella en la suya para que él deseara ver intensos arreboles o miradas amorosas. La estrechó. Pero ambos guardaron silencio. Al fin, ella susurró con voz quebrada:
-¡Oh, señor Thornton, no soy lo bastante buena!
-¡No es bastante buena! No se burle de mi profundo sentimiento de indignidad.
Al cabo de unos minutos, él le retiró con cuidado las manos de la cara y le colocó los brazos donde habían estado una vez para protegerle de los alborotadores.
-¿Te acuerdas, cariño? -susurro-. ¿Y la insolencia con que te correspondí al día siguiente?
-Recuerdo lo injustamente que te hablé, sólo eso.
-¡Mira! Alza la cabeza. ¡Quiero enseñarte algo!
Ella volvió la cara hacia él despacio, radiante de bella vergüenza.
-¿Conoces estas rosas? -preguntó él, sacando unas flores secas de la cartera en la que estaban guardadas como un tesoro.
-¡No! -contestó ella con sincera curiosidad-. ¿Te las regalé yo?
-No, vanidosa, no lo hiciste. Podrías haber llevado rosas iguales, seguramente.
Ella las observó pensativa un momento, luego esbozó una leve sonrisa y dijo:
-Son de Helstone, ¿a que sí? Lo sé por los bordes aserrados de las hojas. ¡Oh! ¿Has estado allí? ¿Cuándo?
-Quería ver el lugar donde Margaret había llegado a ser lo que es, incluso en el peor momento, cuando no tenía ninguna esperanza de que me aceptara alguna vez. Fui al regresar de Havre.
-Tienes que dármelas -dijo ella, e intentó quitárselas de la mano con ligera violencia.
-Muy bien. ¡Pero tienes que pagarme por ellas!
-¿Cómo voy a decírselo a tía Shaw? -susurró ella, después de un rato de delicioso silencio.
-Déjame que hable yo con ella.
-¡Oh, no! Debo decírselo yo. Pero ¿qué crees que dirá?
-Lo supongo. Su primera exclamación será: «¡Ese hombre!».
-¡Calla! -dijo Margaret-, o intentaré mostrarte los indignados tonos de tu madre cuando diga: «¡Esa mujer!».
Y finalmente aquí les dejo unas imágenes de los protagonistas de la miniserie Norte y Sur: Richard Armitage y Daniela Denby-Ashe.