"VAMPIRO"
La exclamación se abrió paso por su mente como un grito, una acusación. Nero parpadeó tomado por sorpresa. El grito hizo tambalearse su corazón como una gran revelación. ¡Vampiro!
Se detuvo en medio de su frenesí devorador, su mente completamente aturdida. ¿Cuándo había sido la última vez que un ser humano lo había identificado como un cazador de la noche? Ni siquiera ahora, en pleno apogeo de las novelas de amor vampíricas (a Nero aún le hacían resoplar por la nariz), las mujeres que se entregaban a sus brazos eran incapaces de comprender la magnitud de su existencia. Mientras bebía su sangre y trago a trago desnudaba sus recuerdos, mientras bebía su vida sorbo a sorbo y su fuerza comenzaba a desvanecerse entre sus fríos brazos... ni siquiera entonces eran capaces de discernir la realidad ocupadas como estaban en el intenso placer que les provocaba su mordisco. Sus colmillos eran una droga más poderosa y placentera que cualquier nueva substancia de diseño, uno que podía causar adicción y auténtica dependencia, dependencia de un monstruo como él. En verdad los vampiros eran los depredadores más terroríficos porque reducían a sus presas a ser sus propias esclavas.
Pero aquella muchacha lo había sabido. ¡VAMPIRO! Con total certeza y seguridad, con claridad, su acusación había restallado en la profundidad de su conciencia. ¡VAMPIRO!
Lentamente se apartó de la dulzura de su terso cuello, haciendo un esfuerzo sobrehumano por abandonar el néctar de su sangre. Al sentirse libre las piernas de la joven fallaron y estuvo a punto de caer al suelo. Nero se apresuró a sujetarla por los hombros y la sostuvo sin dificultad, como a una muñeca de trapo.
Los ojos de la chica lo miraron abiertos de par en par. Aún había miedo en la profundidad de su mirada (hubiera sido una loca o una suicida de no tenerlo) pero un nuevo sentimiento, más fuerte y arrollador, lo había ofuscado. Lo miraba con una expresión de absoluta fascinación, como si Nero fuera la criatura más maravillosa que hubiera visto en su vida. Probablemente lo fuera.
Nero se sintió abducido hacia la profundidad de aquellos ojos. Eran unos inmensos ojos castaños, más profundos de lo que parecía posible en cualquier mirada mortal, unos ojos como dos pozos sin fondo, como la entrada a un mundo de sueños y misterios escondidos. De algún modo Nero pensó que aquellos ojos se habían extraviado, no pertenecían a aquella época acelerada y superficial donde nadie se detenía a contemplar lo que había detrás de una mirada. Eran unos ojos cuya magia pasaba desapercibida.
Se miraron durante un largo instante, dejando que el silencio se alargara y la comprensión calara en su subconsciente.
Y entonces la muchacha habló. Su voz salió baja y ronca casi como si hubiera olvidado como usarla pero Nero comprendió a la perfección sus palabras. Apenas un murmullo audible.
-Vampiro... No puede ser, debo de haberme vuelto loca pero... eres un vampiro ¿verdad?
Ladeó la cabeza y la miró entre divertido y fascinado. Aquella era una pregunta sorprendentemente directa. No, una pregunta no, era una confirmación. Parece que tenía que reevaluar su primera impresión de aquella chica.
-¿Y si lo soy qué vas a hacer?- su voz fue raposa, limada por la diversión interna que le hacía sentir aquella situación.
¿Estaba ahora la presa intentando mantener una conversación con su depredador?
La muchacha consiguió encontrar pie al fin sobre el suelo y la fuerza para mantenerse sobre él por si sola pero Nero no soltó sus hombros. De algún modo estaba seguro de que no intentaría escapar, no es como si pudiera llegar muy lejos si lo intentaba, pero no deseaba dejarla marchar.
-Así que existen... los vampiros... De algún modo lo sabía pero a la vez no podía creerlo- balbuceó la joven mirándolo intrigada, casi como si quisiera atraparlo en su mirada- Pero existen. Aquí estás tú... un vampiro de verdad... de carne y hueso...
Aquella chica era más interesante de lo que había imaginado. Puede que después de todo sí estuviera un poco loca.
Dejó caer sus brazos a un lado, liberando al fin los hombros de la muchacha y clavó sus ojos verdes en ella. Y sonrió, una sonrisa amplia, mostrando deliberadamente sus afilados colmillos salpicados en sangre. La joven se estremeció en contra de su voluntad y dio un paso atrás instintivamente. Nero se vio reflejado en su mirada de chocolate, era la viva imagen de la roja locura.
Después de todo le tenía miedo. Todos los instintos de la chica se habían puesto en guardia y gritaban que echara a correr, que escapara de él. Podía olerlo. Pero en vez de hacerles caso la mujer se detuvo, como si se acabara de percatar de lo que había hecho, y alzando los ojos de nuevo volvió a sostenerle la mirada. Con fuerza, con convicción, como quien sostiene la mirada a un depredador para demostrarle que no le tiene medio. Había un valor tozudo en aquella mirada y Nero se sintió profundamente tentado por ella. De jugar, de asustar, de romperla, de ver hasta donde podría llegar...
Dio un paso en su dirección, despacio y premeditado, y ella se quedó muy quieta. Sus puños se apretaron con fuerza como si quisiera detener algún instinto básico. A Nero aquel pequeño gesto no se le pasó por alto. Con la sonrisa aún danzando en sus labios dio otro paso y se plantó frente a ella, invadiendo su espacio, tan cerca que sus narices casi se rozaban. Ahora podía sentir su fuerte respiración, el aliento contra su fría piel y ese corazón que le latía desbocado. Bajó la mirada hacia ella y sus ojos se volvieron a encontrar, reflejando su rostro cautivo de la locura.
-Soy un vampiro-confirmó con voz aterciopelada y seductora- ¿Qué piensas de mí?
Los ojos de la muchacha se iluminaron, como si cientos de pequeñas estrellas hubieran explotado en la madrugada.
-Que eres hermoso- susurró, su voz gastada. Como en un trance la muchacha alzó la mano hacia su rostro como si quisiera acariciarlo, pero justo antes de tocarlo volvió a dejarla caer. Nero sintió el cosquilleo de su piel allí donde ella había estado a punto de rozarlo- Qué eres endiabladamente hermoso...
El vampiro la miró de hito en hito y después sin poder controlarse echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una sonora carcajada que hizo estremecerse su pecho. Una mezcla de diversión y amargura lo embargó al tiempo que sacudía la cabeza incrédulo y la miraba de soslayo.
-¿Y no me tienes miedo?- preguntó al tiempo que se pasaba la lengua por los labios salpicados de sangre, de su sangre.
La chica siguió el movimiento con la mirada y no respondió. Con una sonrisa Nero se inclinó hacia delante y hundió su nariz entre sus bucles de chocolate. Aspiró su aroma y sintió el cuerpo de la joven entumecerse, volverse piedra entre sus brazos.
-Haces bien en temerme- le susurró al oído, tan cerca que podía sentir el pulso saltarín de su sangre en la carótida- Soy después de todo un depredador y tú mi presa.
La muchacha no se movió, inmóvil como una estatua, parecía incluso haberse olvidado de respirar.
-Y ahora conoces mi secreto.
Las últimas palabras quedaron pendidas en el aire como una amenaza. Nero dio un paso atrás y se cruzó de brazos para contemplarla al tiempo que la comprensión calaba en la mente de la joven. Dejó que el silencio se alargara indefinidamente, disfrutando del sabor del miedo y la incertidumbre.
-Bien, veamos...- habló al fin- ¿Qué voy a hacer ahora contigo? Después de todo ya conoces mi secreto, no te puedo dejar ir así como así.
La chica lo miró de hito en hito y abrió la boca para hablar.
-No, no me lo digas- Nero alzó la mano con ademán teatral- Me vas a decir que no se lo vas a decir a nadie. Después de todo nadie te creería ¿no es cierto?
La joven tragó saliva y asintió.
-Nadie me creería, dirían que me he vuelto completamente loca- corroboró- Pero no es solo eso. Nunca se lo diría a nadie ni aunque me creyeran.
El vampiro enarcó una ceja curiosa.
-Es... es demasiado especial para que quiera compartirlo. Quiero que sea mi secreto... nuestro secreto.
Nero la observó en silencio. ¿Pretendía que fuera suyo? Ilusa humana ¿Acaso no se daba cuenta de que ella le pertenecía desde el momento que había marcado su cuello con sus colmillos?
-Mmmm ¿pero cómo sé que puedo confiar en ti? Después de todo no puedo dejarte fuera de mi vista por si acaso- la midió con la mirada pensativo- Pero puede que me seas de utilidad después de todo. Verás, hay algo que necesito hacer en esta ciudad y para ello debo quedarme un tiempo. Podrías procurarme alojamiento y alimento...
Se inclinó y rozó la garganta de la chica con sus labios al tiempo que pronunciaba las últimas palabras.
-A...alojamiento- la voz de la muchacha salió estrangulada- Pero vivo con mi familia y ¿cómo le explico esto a mis padres?
Nero sonrió. Una preocupación tan vana cuando claramente le había insinuado que ella era su comida.
-Soy un vampiro, querida- le recordó con suavidad- Sigilo es mi segundo nombre. Ni se percatarán de mi presencia.
-Entonces alojamiento, mi casa en grande, hay sito en el ático. Hay incluso una cama de matrimonio para los invitados...- continuó ella atropelladamente.
-Perfecto- murmuró Nero apartándose ligeramente para abarcarla entera con su mirada- Parece que tenemos un trato. Te mantendré a mi lado mientras me seas útil y después todo dependerá de tu actitud. ¿Trato hecho? Tampoco es como si tuvieras elección. Puedes aceptar ser mi anfitriona o acabar como un cadáver en el fondo del mar.
Extendió la mano y tomó la de la muchacha, cálida y temblorosa, y la estrechó con suavidad. Parecía tan frágil...
-Trato hecho- aceptó con un hilo de voz.
-Bien, pues así sellamos nuestro pacto. Me llamo Nero y soy tu nuevo inquilino- ensanchó la sonrisa- ¿Cuál es tu nombre?
-Ada...- su voz fue apenas audible- Me llamo Ada.
-Ada...- saboreó el nombre con delicadeza- Un nombre tan peculiar como tú.
Enredó los dedos en sus cabellos castaños y la atrajo hacia si.
-Mi querida anfitriona Ada- le susurró al oído al tiempo que sus labios descendían juguetones por su garganta- no olvides que la comida está incluida en el alojamiento. Y en todo negocio el cliente siempre tiene la razón.
Ada se estremeció y la sintió tragar saliva con fuerza mientras su mano volaba a la herida aún reciente de su cuello, allí donde la había mordido. Pero no huyó y Nero supo que era suya.