Si te adentras en la oscuridad del callejón, al fondo lo encontrarás. No es más que una vieja puerta de madera lacada en rojo sobre una pared de ladrillos ensombrecida por el tiempo, el humo y los sueños perdidos de una gran ciudad. No tiene ningún nombre, ni hay cartel que se meza sobre ella, pero tiene un aroma propio. Bajo el olor a tabaco, alcohol y perfume habitual de cualquier bar, aletea una fragancia tan sutil que confunde los sentidos y tan solo la reconocerá aquel que la haya olido antes. Es el olor de los corazones rotos, de las ilusiones apagadas, de las esperanzas marchitas...
Si lo reconoces, adelante, abre la puerta y bienvenid@ al Club de los Corazones Rotos donde habitan los extraviados, los pedazos de algún amor perdido, los hombres solitarios. Algunos buscan compañía, otros ahogar sus penas, algunos tan solo dejan descansar a su alma abatida antes de emprender otra vez el viaje por la vida, unos pocos escapan de la realidad. ¿Y tú? No temas, si has llegado hasta aquí es porque este es tu lugar, el Club nunca se equivoca. Aunque no lo busques él siempre te encuentra, te envuelve y te refugia.
Yo misma llegué aquí sin pretenderlo una no tan lejana noche de invierno, con el corazón roto en una mano y la lluvia lamiendo mis lágrimas. Y entonces escuché la quejumbrosa melodía de un piano viejo que parecía llamar a la puerta de mi corazón y olí ese reconocible aroma de la soledad, la tristeza y el despecho.
El Club de los Corazones Rotos me daba la bienvenida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario