(Unos minutos antes.)
-¡Está aquí! ¡está aquí otra vez!- cuchicheó Lide nerviosa.
-¿Quién? ¿quién?- corearon Verónica, María y Alma a la vez acercando sus cabezas expectantes.
Lide sonrió pícaramente mostrando aquellas paletas un poco demasiado largas que le daban cierto aire a bugs bunny.
-El chico que le gusta a Lena.
Lena alzó la vista de su vaso y automáticamente sus ojos atravesaron el bar hasta la esquina donde se sentaba él. Por supuesto que sabía que estaba allí. Se había vuelto automático, su mirada lo buscaba en cuanto ponía un pie en el bar y no descansaba tranquila hasta que encontraba aquella conocida silueta solitaria junto a la barra. Las noches de los viernes se habían vuelto casi un ritual, sus ojos siempre esquivos buscaban cualquier instante para volverse hacia la espalda de aquel joven que viernes tras viernes se sentaba solo en una esquina con su vaso de licor. Era una locura, sentirse tan tontamente atraída hacia un completo desconocido, y en especial para alguien como Lena a quien le gustaba vivir con los pies sobre la tierra y la vista en el futuro. Pero cada viernes sentía como si algo se hubiera detenido, como si su corazón aguardara algo que la impedía avanzar. El joven era atractivo, nadie podría negarlo. Muy atractivo de hecho. Alto y delgado, pero de constitución fibrosa, con un rostro de facciones helénicas que recordaban a las de algún adonis salido de la mitología griega. Llevaba el abundante y frondoso cabello castaño ligeramente despeinado hacia atrás y resaltaba sus ojos claros de un misterioso tono que oscilaba entre el azul verdoso y el gris, como el océano tras una tormenta. Unos ojos que confundían sus sentimientos.
-Waa, ¡está cañón!-continuaron cuchicheando sus amigas entre risitas flojas.
-¿Cañón?-repitió Lide con un gruñido- ¡Está mínimo bomba atómica!
Las chicas corearon su comentario con una fuerte carcajada y Lena se apresuró a ocultar su incomodidad dando un largo sorbo a su cerveza.
-¿Pero sabéis?-continuó Lide acercando más la cabeza con un susurro expectante- Es un poco raro. Todos los viernes a la noche se sienta a beber sola en la esquina. ¿No es algo siniestro? Con lo joven y guapo que es y que esté siempre solo...
-No conocemos sus circunstancias-protestó Lena de inmediato alzando la voz a casi un grito. Sus cuatro amigas se volvieron hacia ella entre sorprendidas y divertidas y la chica se apresuró a bajar el tono- Puede que acabe de llegar a la ciudad y no conozca a nadie...
-Una excusa excelente para hacer nuevas amigas- comentó María con picardia. Era una joven de mediana estatura y bastante normalita, de esas que pasas a menudo por la calle sin darte cuenta. Tal vez por ello siempre ponía un esfuerzo doble en llamar la atención.
-...o que esté pasando por un mal momento-continuó Lena haciendo caso omiso a la indirecta- que le haya dejado la novia o yo que sé.
- La oportunidad perfecta para consolarlo- intercedió Verónica con una mueca pícara en su cara redonda. Era una muchacha bajita y regordeta que compensaba su escaso atractivo físico con una buena capa de maquillaje, un kilo de ropa de marca y una lengua muy afilada.
-Bueno-intercedió Alma chasqueando la lengua con encanto- si Lena no lo quieres yo estaré encantada de hacerle compañía...
-¿Y qué pasa con Javi? ¿No estabas saliendo con él?-preguntó María escandalizada- ¿No decías que estabas loca por él?
Alma frunció los labios y despachó las palabras con un gesto de mano como quien espanta una mosca.
-Eso era antes. Se puso completamente celoso porque tonteé un poco con aquel italiano la semana pasada- sacudió la cabeza como si aquella reacción le resultara inexplicable- Así que hemos terminado. Una pena porque era bastante mono pero no quiero estar con un tío que me controle todo lo que hago.
María y Verónica aplaudieron sus palabras entre risitas flojas. Lide torció el gesto disimuladamente pero no dijo nada, todos sabían lo fiel que era a su novio de toda la vida. Lena se dedicó a contempla a Alma en silencio pensativa. Era realmente atractiva, la más guapa sin duda de aquel grupo de amigas, de hecho era la chica más guapa del instituto. No era ningún secreto que todos los chicos de clase babeaban por ella. Alta, aunque no tanto como Lena, y delgada con una cara ovalada perfectamente simétrica, unos ojos almendrados y una larga y lisa melena rubia, era el tipo de chica que hacía girar las cabezas en la calle, el tipo que esperarías encontrar en una revista de moda y de hecho tenía algo de experiencia como modelo para pequeñas marcas. Sí, Alma era muy guapa pero Lena no la envidiaba en absoluto. De algún modo el recibir toda la atención del sexo opuesto a medida que se desarrollaba había hecho que su personalidad se echara a perder en algún punto del proceso. Un día hacia tiempo había sido una chiquilla que se sonrojaba hablando del chico que le gustaba, ahora daba menos valor a las relaciones que a su nuevo tono de uñas. Lena a menudo se preguntaba si el que su primer amor fuera el fiel novio de su amiga Lide no habría tenido algo que ver. O si aquella evolución hubiera sido inevitable de todos modos.
Giró lentamente los ojos hacia el joven que bebía solo en la barra. ¿Sería él igual? ¿Habría perdido su humanidad a medida que crecía su atractivo? ¿Sería tan solo una carcasa bonita sin corazón? Pero pensar aquello era un poco cruel-meditó- Alma aún conservaba parte de su inocencia y valoraba muchísimo la amistad. De todos modos no podía juzgar un libro por la portada, como buena lectora lo sabía de sobra. ¿Y cómo esperaba descubrirlo quedándose allí sentada observándolo en silencio noche tras noche? Aquello era tan impropio de la tenaz Lena... Si quería algo tenía que esforzarse por conseguirlo.
Se llevó la cerveza a los labios y vació la jarra de un solo trago. La estrelló contra la mesa con estrépito y se puso en pie con decisión. Sus amigas se giraron a mirarla sorprendidas.
-¿Qué pasa, Lena?-inquirió Lide enarcando una ceja curiosa.
Lena se giró hacia ellas y les dedicó una mirada cargada de confianza.
-Voy a saludarle- dijo señalando al chico disimuladamente con la cabeza- Después de todo no voy a conseguir nada quedándome aquí sentada oyéndoos cacarear.
Lide soltó una enérgica carcajada que las otras corearon con risitas tontas.
-¡Como se esperaba de Lena!- exclamó María dando una palmada.
-Pero recuerda que si no los consigues iré yo detrás- interrumpió Alma con un guiño travieso.
-No te preocupes. ¿Cuándo has visto a Lena no conseguir lo que se propone? Si es ella seguro que podrá hacerlo- Lide le palmeó la espalda para insuflarle ánimo- Buena suerte.
Lena asintió y compuso en su rostro una sonrisa tras la que ocultó su nerviosismo. Sabía que era aquella sonrisa ligeramente torcida que le salía cuando estaba insegura, pero sabía que desde el exterior nadie podía darse cuenta de ello. Era también la sonrisa que lucía cuando tomaba una decisión importante y la acataba. Se volvió hacia la barra y al hacerlo el joven alzó la vista hacia ella y sus ojos se encontraron. Durante un breve instante Lena casi se olvidó de respirar mientras se dejaba embeber por aquella mirada. Después recuperó el control de si misma y dio un paso al frente, luego otro y otro... hasta apoyarse sobre la barra, pedir una botella de cerveza, era importante que fuera una botella, darle un largo sorbo lentamente y ladear la cabeza hacia él. El chico la miraba y el corazón de la muchacha dio un vuelco en el pecho pero se las arregló para disimularlo. Se sorprendió a si misma por la confianza que denotaban las palabras que salieron de su boca.
-He visto que estabas solo. ¿Cómo te llamas?
-Elia
El nombre escapó de sus labios casi como un suspiro. Increíblemente sexy... su voz tenía un ligerísimo acento, casi como un deje, que no supo identificar.
-Elia-repitió el nombre ensimismada sin darse cuenta- Nunca había oído ese nombre. Es bonito. Yo me llamo Lena.
Y entonces él hizo algo que nunca le había visto hacer en todas las noches que lo había estado observando en secreto: sonrió. Y con su espontánea sonrisa su rostro se iluminó con un misterioso e irresistible atractivo. Después movió los labios lentamente y pronunció su nombre con aquel exótico acento extranjero apenas perceptible.
-Lena
Y el corazón de Lena repiqueteó en sus oídos como un loco mientras sentía que sus mejillas se arrebolaban, algo poco habitual en ella. El sentimiento cayó sobre ella como una terrible premonición. Tal vez esta vez había tomado una decisión de la que no tendría escapatoria.
Lena alzó la vista de su vaso y automáticamente sus ojos atravesaron el bar hasta la esquina donde se sentaba él. Por supuesto que sabía que estaba allí. Se había vuelto automático, su mirada lo buscaba en cuanto ponía un pie en el bar y no descansaba tranquila hasta que encontraba aquella conocida silueta solitaria junto a la barra. Las noches de los viernes se habían vuelto casi un ritual, sus ojos siempre esquivos buscaban cualquier instante para volverse hacia la espalda de aquel joven que viernes tras viernes se sentaba solo en una esquina con su vaso de licor. Era una locura, sentirse tan tontamente atraída hacia un completo desconocido, y en especial para alguien como Lena a quien le gustaba vivir con los pies sobre la tierra y la vista en el futuro. Pero cada viernes sentía como si algo se hubiera detenido, como si su corazón aguardara algo que la impedía avanzar. El joven era atractivo, nadie podría negarlo. Muy atractivo de hecho. Alto y delgado, pero de constitución fibrosa, con un rostro de facciones helénicas que recordaban a las de algún adonis salido de la mitología griega. Llevaba el abundante y frondoso cabello castaño ligeramente despeinado hacia atrás y resaltaba sus ojos claros de un misterioso tono que oscilaba entre el azul verdoso y el gris, como el océano tras una tormenta. Unos ojos que confundían sus sentimientos.
-Waa, ¡está cañón!-continuaron cuchicheando sus amigas entre risitas flojas.
-¿Cañón?-repitió Lide con un gruñido- ¡Está mínimo bomba atómica!
Las chicas corearon su comentario con una fuerte carcajada y Lena se apresuró a ocultar su incomodidad dando un largo sorbo a su cerveza.
-¿Pero sabéis?-continuó Lide acercando más la cabeza con un susurro expectante- Es un poco raro. Todos los viernes a la noche se sienta a beber sola en la esquina. ¿No es algo siniestro? Con lo joven y guapo que es y que esté siempre solo...
-No conocemos sus circunstancias-protestó Lena de inmediato alzando la voz a casi un grito. Sus cuatro amigas se volvieron hacia ella entre sorprendidas y divertidas y la chica se apresuró a bajar el tono- Puede que acabe de llegar a la ciudad y no conozca a nadie...
-Una excusa excelente para hacer nuevas amigas- comentó María con picardia. Era una joven de mediana estatura y bastante normalita, de esas que pasas a menudo por la calle sin darte cuenta. Tal vez por ello siempre ponía un esfuerzo doble en llamar la atención.
-...o que esté pasando por un mal momento-continuó Lena haciendo caso omiso a la indirecta- que le haya dejado la novia o yo que sé.
- La oportunidad perfecta para consolarlo- intercedió Verónica con una mueca pícara en su cara redonda. Era una muchacha bajita y regordeta que compensaba su escaso atractivo físico con una buena capa de maquillaje, un kilo de ropa de marca y una lengua muy afilada.
-Bueno-intercedió Alma chasqueando la lengua con encanto- si Lena no lo quieres yo estaré encantada de hacerle compañía...
-¿Y qué pasa con Javi? ¿No estabas saliendo con él?-preguntó María escandalizada- ¿No decías que estabas loca por él?
Alma frunció los labios y despachó las palabras con un gesto de mano como quien espanta una mosca.
-Eso era antes. Se puso completamente celoso porque tonteé un poco con aquel italiano la semana pasada- sacudió la cabeza como si aquella reacción le resultara inexplicable- Así que hemos terminado. Una pena porque era bastante mono pero no quiero estar con un tío que me controle todo lo que hago.
María y Verónica aplaudieron sus palabras entre risitas flojas. Lide torció el gesto disimuladamente pero no dijo nada, todos sabían lo fiel que era a su novio de toda la vida. Lena se dedicó a contempla a Alma en silencio pensativa. Era realmente atractiva, la más guapa sin duda de aquel grupo de amigas, de hecho era la chica más guapa del instituto. No era ningún secreto que todos los chicos de clase babeaban por ella. Alta, aunque no tanto como Lena, y delgada con una cara ovalada perfectamente simétrica, unos ojos almendrados y una larga y lisa melena rubia, era el tipo de chica que hacía girar las cabezas en la calle, el tipo que esperarías encontrar en una revista de moda y de hecho tenía algo de experiencia como modelo para pequeñas marcas. Sí, Alma era muy guapa pero Lena no la envidiaba en absoluto. De algún modo el recibir toda la atención del sexo opuesto a medida que se desarrollaba había hecho que su personalidad se echara a perder en algún punto del proceso. Un día hacia tiempo había sido una chiquilla que se sonrojaba hablando del chico que le gustaba, ahora daba menos valor a las relaciones que a su nuevo tono de uñas. Lena a menudo se preguntaba si el que su primer amor fuera el fiel novio de su amiga Lide no habría tenido algo que ver. O si aquella evolución hubiera sido inevitable de todos modos.
Giró lentamente los ojos hacia el joven que bebía solo en la barra. ¿Sería él igual? ¿Habría perdido su humanidad a medida que crecía su atractivo? ¿Sería tan solo una carcasa bonita sin corazón? Pero pensar aquello era un poco cruel-meditó- Alma aún conservaba parte de su inocencia y valoraba muchísimo la amistad. De todos modos no podía juzgar un libro por la portada, como buena lectora lo sabía de sobra. ¿Y cómo esperaba descubrirlo quedándose allí sentada observándolo en silencio noche tras noche? Aquello era tan impropio de la tenaz Lena... Si quería algo tenía que esforzarse por conseguirlo.
Se llevó la cerveza a los labios y vació la jarra de un solo trago. La estrelló contra la mesa con estrépito y se puso en pie con decisión. Sus amigas se giraron a mirarla sorprendidas.
-¿Qué pasa, Lena?-inquirió Lide enarcando una ceja curiosa.
Lena se giró hacia ellas y les dedicó una mirada cargada de confianza.
-Voy a saludarle- dijo señalando al chico disimuladamente con la cabeza- Después de todo no voy a conseguir nada quedándome aquí sentada oyéndoos cacarear.
Lide soltó una enérgica carcajada que las otras corearon con risitas tontas.
-¡Como se esperaba de Lena!- exclamó María dando una palmada.
-Pero recuerda que si no los consigues iré yo detrás- interrumpió Alma con un guiño travieso.
-No te preocupes. ¿Cuándo has visto a Lena no conseguir lo que se propone? Si es ella seguro que podrá hacerlo- Lide le palmeó la espalda para insuflarle ánimo- Buena suerte.
Lena asintió y compuso en su rostro una sonrisa tras la que ocultó su nerviosismo. Sabía que era aquella sonrisa ligeramente torcida que le salía cuando estaba insegura, pero sabía que desde el exterior nadie podía darse cuenta de ello. Era también la sonrisa que lucía cuando tomaba una decisión importante y la acataba. Se volvió hacia la barra y al hacerlo el joven alzó la vista hacia ella y sus ojos se encontraron. Durante un breve instante Lena casi se olvidó de respirar mientras se dejaba embeber por aquella mirada. Después recuperó el control de si misma y dio un paso al frente, luego otro y otro... hasta apoyarse sobre la barra, pedir una botella de cerveza, era importante que fuera una botella, darle un largo sorbo lentamente y ladear la cabeza hacia él. El chico la miraba y el corazón de la muchacha dio un vuelco en el pecho pero se las arregló para disimularlo. Se sorprendió a si misma por la confianza que denotaban las palabras que salieron de su boca.
-He visto que estabas solo. ¿Cómo te llamas?
-Elia
El nombre escapó de sus labios casi como un suspiro. Increíblemente sexy... su voz tenía un ligerísimo acento, casi como un deje, que no supo identificar.
-Elia-repitió el nombre ensimismada sin darse cuenta- Nunca había oído ese nombre. Es bonito. Yo me llamo Lena.
Y entonces él hizo algo que nunca le había visto hacer en todas las noches que lo había estado observando en secreto: sonrió. Y con su espontánea sonrisa su rostro se iluminó con un misterioso e irresistible atractivo. Después movió los labios lentamente y pronunció su nombre con aquel exótico acento extranjero apenas perceptible.
-Lena
Y el corazón de Lena repiqueteó en sus oídos como un loco mientras sentía que sus mejillas se arrebolaban, algo poco habitual en ella. El sentimiento cayó sobre ella como una terrible premonición. Tal vez esta vez había tomado una decisión de la que no tendría escapatoria.
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