PARTE 2: LA PRIMERA CITA
Llegó pronto. Demasiado pronto. Antes de lo que nunca se atrevería a confesar.
Era una una mala costumbre, cada vez que estaba nerviosa tendía a prepararse un siglo antes y salir de casa lo antes posible siempre previendo un aluvión de posibles calamidades que por supuesto nunca se hacían realidad. Y ahora le tocaba esperar completamente sola frente al ayuntamiento. Y lo que más odiaba en el mundo era esperar, porque esperar la ponía nerviosa. ¡Cómo si no lo estuviera ya de por sí!
Repasó mentalmente mil conversaciones ficticias, un millón de posibles situaciones, jugó a preguntas y respuestas consigo misma... a pesar de que sabía por experiencia que ninguno de los escenarios que inventaba su mente se harían realidad y que aun si lo hicieran no importaría porque sus estúpidos nervios y su timidez natural estropearían su ingenio con algún farfullo incoherente. Se conocía demasiado a si misma, más de lo que le gustaba reconocer, y lo odiaba, odiaba ser consciente de sus propios impedimentos y ser incapaz de hacer nada por remediarlo. Lo odiaba tanto como se odiaba a sí misma en aquel momento por detenerse a pensarlo.
Se retorció nerviosa las manos y continuó esperando. Sin quererlo su mente voló lejos a otros temas más terrenales. Como la ropa. No quería admitirlo pero había pasado más tiempo de la cuenta frente al espejo escogiendo su atuendo. Tras varias vueltas, un millar de indecisiones e incluso una que otra incursión al armario de su madre, al fin había optado por un intermedio entre la sencillez y la elegancia: sus vaqueros favoritos ( aquellos vaqueros ajustados que le marcaban la figura con cremalleras plateadas en los bajos), una camisa rosa fucsia cruzada en torno a la cintura y sobre ella una cazadora de cuero gris oscuro. Completaba el modelito con unas convers rosas y unos pendientes en forma de flor que hacían juego con ellas.
Y a pesar de todo no podía evitar preguntarse si sería lo adecuado, si combinaría con lo que Jude hubiera escogido, si no sería demasiado elegante, o demasiado poco...
Se sentía insegura y no le gustaba en absoluto.
-¡Arianne!
La llamada se coló a través del maremoto de pensamientos confusos de su atolondrada de mente. Instintivamente alzó los ojos y contuvo el aliento.
Jude se acercaba hacia ella sonriente, magnífico con su larga gabardina beige, sus vaqueros ajustados y sus convers negras. El viento jugaba suavemente con su ondulado cabello castaño, despejando su frente y dándole el aspecto de un irresistible dios griego preparándose para la batalla.
Y aquel dios se acercaba a ella. Y aquel dios había dicho su nombre. Y la sonrisa de aquel dios era solo para ella.
De golpe todos los pensamientos estúpidos, todas las conversaciones ficticias, todas las respuestas inteligentes y los saludos ingeniosos volaron de su mente, se desvanecieron dejándole en la mente un blanco silencio y la garganta seca. Y lo único que pudo hacer fue contemplarlo, verlo mientras se apresuraba hacia ella con paso seguro y una sonrisa danzarina en los labios. Su corazón desbocado de forma peligrosa y un sentimiento que no deseaba analizar...
A lo lejos el reloj de la catedral tocó las cinco en punto pero Arianne no le prestó atención.
Y a pesar de todo no podía evitar preguntarse si sería lo adecuado, si combinaría con lo que Jude hubiera escogido, si no sería demasiado elegante, o demasiado poco...
Se sentía insegura y no le gustaba en absoluto.
-¡Arianne!
La llamada se coló a través del maremoto de pensamientos confusos de su atolondrada de mente. Instintivamente alzó los ojos y contuvo el aliento.
Jude se acercaba hacia ella sonriente, magnífico con su larga gabardina beige, sus vaqueros ajustados y sus convers negras. El viento jugaba suavemente con su ondulado cabello castaño, despejando su frente y dándole el aspecto de un irresistible dios griego preparándose para la batalla.
Y aquel dios se acercaba a ella. Y aquel dios había dicho su nombre. Y la sonrisa de aquel dios era solo para ella.
De golpe todos los pensamientos estúpidos, todas las conversaciones ficticias, todas las respuestas inteligentes y los saludos ingeniosos volaron de su mente, se desvanecieron dejándole en la mente un blanco silencio y la garganta seca. Y lo único que pudo hacer fue contemplarlo, verlo mientras se apresuraba hacia ella con paso seguro y una sonrisa danzarina en los labios. Su corazón desbocado de forma peligrosa y un sentimiento que no deseaba analizar...
A lo lejos el reloj de la catedral tocó las cinco en punto pero Arianne no le prestó atención.
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