Estaba siempre solo, acurrucado en aquella esquina semioculto en la penumbra, viejo, ajado, cansado...pero no roto. Era como el reflejo de un amor marchito, como un enamorado que había perdido su mitad, como una sombra que aguardaba al amante que se había fugado y lo había dejado atrás.
A Joseph aquel viejo piano le recordaba a si mismo.
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