En su sexto cumpleaños la princesa recibió un regalo muy especial: un muñeco. Era una verdadera obra de arte: del tamaño de un niño, estaba fabricado con la más blanca de las porcelanas, su cabello fino, liso y corto era tan dorado como el sol y vestía un exquisito traje de terciopelo azul a juego con sus redondos y brillantes ojos de cristal.
La princesa que pasaba mucho tiempo sola debido al ajetreado trabajo de sus padres los reyes, lo convirtió en su inseparable compañero y lo bautizó con el nombre de Cristian. Lo sentaba a la mesa con ella a la hora de comer, desayunar y cenar, recibían juntos las clases, dormía con él entre sus brazos y siempre cuidaba de que estuviera limpio y bien peinado, e incluso le hacía trajes a mano y le contaba todos sus secretos. Pronto se convirtió en el único y mejor amigo de la princesa.
Sin embargo los años pasaron y el muñeco empezó a parecer más viejo y sucio, impropio de ser el juguete de una princesa. Pero cuando los reyes intentaron librarse de él prometiendole regalarle un muñeco más nuevo y bonito a cambio, la princesa se negó en redondo y protegió a Cristian con su cuerpo y su llanto. E incluso cuando los sirvientes a escondidas intentaron tirarlo, la princesa lo recuperó de la misma basura y lo limpió y cuidó con sus propias manos.
El muñeco que había crecido querido por la princesa tomó vida aquella noche y comenzó a andar, hablar y comportarse como cualquier ser humano y con los años incluso llegó a crecer con la princesa. Y es que el muñeco era más que un juguete, era un golem cuyo corazón de piedra había sido calentado por el amor incondicional de la princesa y su enorme cariño a partir de los años le había insuflado vida, hasta que había sido capaz de despertar de su letargo de piedra.
Desde ese día en adelante la princesa nunca más estuvo sola y siempre tuvo un amigo incondicional a su lado. Y así se convertiría en una leyenda, la historia de la princesa que siempre iba acompañada por un apuesto hombre de piel pálida como la porcelana, cabello dorado como el sol y redondos y brillantes ojos azules como cristal, y del próspero y hermoso reino lleno de amor y paz que construyeron juntos.
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