Erase una vez, en un país lejano cuyo nombre nadie ya recuerda, una hermosa princesa de corazón puro e inocente que vivía pacífícamente en su castillo. Todos en la corte la querían e incluso los animales, las hadas y las criaturas del bosque la adoraban y buscaban su compañía. Sin embargo la princesa sabía que faltaba algo en su vida y se preguntaba que era hasta que un día lo encontró: el amor.
Se enamoró perdidamente de un apuesto caballero que visitó el palacio y cuando este le ofreció acompañarlo cuando se fuera no dudó en dejarlo todo y seguir a su amado en sus viajes. Así la princesa vivió feliz dejando de ser una princesa y aunque todos en la corte la echaban en falta se alegraban de su fortuna.
Sin embargo el apuesto caballero una vez que hubo ganado fama y fortuna gracias a la amada y dulce princesa la abandonó en el bosque diciendo que nunca la había amado y que tan solo la había utilizado para alcanzar la grandeza. Devastada por la traición de la única persona a la que había amado la princesa perdió la capacidad de amar y su corazón quedó congelado e inservible.
Las criaturas del bosque incapaces de soportar contemplar la destrucción del dulce e inocente corazón de la princesa que ahora era incapaz de amar decidieron echar un conjuro sobre ella. La sumirían en un profundo sueño del que no podría despertar hasta que apareciera el hombre que hubiera de amarla y podría descongelar su helado corazón sin vida.
Así la hermosa princesa duerme eternamente con su corazón congelado en una cama de rosas protegida por sus espinas de aquel que quiera dañarla hasta que aparezca quien pueda derretir su corazón y enseñarle otra vez a amar.
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