Cuando empecé a ver este dorama no podía imaginar hasta que punto me iba a enamorar. Más que en la historia, centrada en los corazones humanos, es una serie llena de sentimientos y personajes muy complejos a los que necesitas un tiempo para empezar a comprender. Sin duda, lo mejor son sus protagonistas con todos sus problemas y sus cicatrices y la relación que están construyendo juntos, un refugio de amor y comprensión para dos personas solitarias que han sufrido mucho. Sinceramente espero que logren encontrar su lugar el uno junto al otro, especialmente después del octavo episodio tan lleno de amor y una dulzura tal que me ha derretido el corazón y me ha cargado de cierta nostalgia. Os dejo algunas imágenes para rememorar unas escenas que son para mí ya inolvidables:
Este es un espacio que pretende abarcar todo el mundo del amor, lo que se haya dicho, escrito, filmado, pensado, sentido ... en torno a este sentimiento universal que es amar. Un refugio para los enamorados y para los que buscan el amor, para los que quieren aprender y compartir, para los que buscan entender o enamorar... Bienvenidos al Mundo Enamorado, donde todos tenemos cabida, porque todos tenemos la capacidad de amar.
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viernes, 9 de diciembre de 2011
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Pacto de Sangre 1 (Elia)
Era viernes y volvía a estar sentado en la esquina más oscura de la barra del mismo bar removiendo con parsimonia el martini con el palillo de la aceituna que nunca se llegaría a comer. El hielo se derretía lentamente en el rojo del licor acuando la realidad sin que nadie le diera un sorbo. Se había vuelto una costumbre. Una mala costumbre, lo sabía. Pero no podía evitarlo y cada viernes se encontraba sentado a la barra de aquel pub que aunque nuevo pretendía ser viejo con sus muebles y estilo que buscaban recrear unas décadas ya pasadas. No es que le gustara aquel lugar ni le disgustara, era simplemente que cada viernes ella estaba allí.
Aquel viernes no era un excepción. En la pequeña mesa redonda que ya parecían haber tomado como propia un grupo de amigas reía, charlaba y cuchicheaba entre copa y copa de alcohol. Y de todas ella siempre estaba en el centro, ella siempre destacaba. Alta y delgada, con esa constitución casi famélica que habían puesto de moda las modelos de pasarela, solo que en ella era natural. Él lo sabía mejor que nadie porque sin importar cuantos siglos pasaran hubiera podido reconocer aquel rostro triangular en cualquier lugar, con sus labios delgados, su naricilla respingona y unos pequeños e inteligentes ojos de un verde desbahido, casi como cristales desgastados por el constante balanceo del mar. Lo único que habían cambiado las épocas era su peinado, ahora su liso y fino cabello castaño claro estaba cortado en una melenita perfecta con un flequillo que le caía sobre la frente, pero sin llegar nunca a cubrir sus ojos. El sol de finales de primavera había teñido tímidamente de rubio algunos de sus mechones, de un dorado que le recordaba a los campos de trigo maduro. Su ropa también había cambiado, al igual que la de todos incluyendo la suya propia. Aquel día vestía unos vaqueros ajustados, una camiseta azul pálido con un divertido dibujo animado en el pecho que no supo identificar y unas bailarinas blancas que hacían juego con sus pequeños pendientes de falsas perlas. Se había dado cuenta de que casi nunca vestía faldas, menos aún vestido, como si le gustara la comodidad de los pantalones que se adherían a su figura. Antes de aquel siglo nunca hubiera pensado que unos pantalones pudieran acentuar la feminidad, aquella prenda que durante tantos años había pertenecido únicamente a los hombres era ahora un canto a las curvas de una mujer. Sí, el mundo había cambiado pero ella seguía siendo la misma cada vez y él continuaba buscándola en cada rincón de cada ciudad incapaz de dejarla marchar. Había sido una tragedia una y otra vez, pero inevitablemente volvía a encontrarla. Una vez más. ¿Acaso quería que las tornas de aquel círculo vicioso volvieran a girar?
Aquel lúgubre pensamiento hizo que girara la cabeza nervioso a un lado y a otro. No, se dijo, estaba seguro de que esta vez no le había seguido. Había sido especialmente cuidadoso.
Suspiró, un suspiro largo con un cansancio casi ancestral y volvió a remover el hielo de su martini, apenas dos gotas de rocío en un mar rojo. Estaba claro que no había aprendido la lección. ¿Cuántas veces tenía que encontrarla y perderla para dejar de buscarla? ¿Cuántas veces? Debería saberlo de sobra que aunque él no estuviera ahora allí no podía andar lejos. En algún rincón siguiendo su rastro y planeando su venganza. Como un juego eterno del gato y el ratón. Siempre huyendo. Pero esta vez sería diferente-se prometió- esta vez no se acercaría a ella. Esta vez no dejaría que ella fuera la pieza sacrificada en su loco juego de odio y amor. No, esta vez sacrificaría sus sentimientos. Al fin y al cabo ya la había visto. Estaba bien, era feliz y rebosaba esa vida que tanto había amado por cara poro de su piel. Ahora tendría que recoger sus emociones y marcharse en silencio. Dejarla atrás y desear fervientemente en los años venideros que la vida la tratara bien. Que en esta nueva oportunidad, sin él, ella lograra ser feliz.
Sí, aquel sería el último viernes que se sentaría en la barra de aquel bar y con la sola compañía de un martini observaría a hurtadillas a la muchacha. Aquella misma noche se despediría de la esperanza y abandonaría la ciudad antes de que fuera demasiado tarde.
O eso pensó porque en ese instante un leve movimiento le llamó la atención por el rabilllo del ojo y se giró lentamente. Y entonces la vio. Ponerse en pie, mirar hacia él y sonreír. Si su corazón aún latiera hubiera dado un vuelco, conocía aquella sonrisa cargada de confianza demasiado bien. Y sin mediar palabra la joven cruzó el pequeño pub en su dirección. No pudo dejar de mirarla anonadado. No vestía los tacones que tanto se llevaban porque era lo bastante alta para no necesitarlos, en su figura mientras se acercaba había un nosequé felino que lanzó una descargar eléctrica a su espina dorsal. Sintió el cosquilleo trepar por su espalda.
Era la era de la mujer-se recordó incapaz de apartar sus ojos de ella-era su era.
Como si lo supiera ella llegó y se apoyó sobre la barra a su lado desbordante de seguridad.
-Una cerveza-le pidió al barman que se apresuró a destapar una botellita verde y tendérsela.
La aceptó con gracia y se la llevó a los labios demorándose un segundo demasiado largo en el sorbo. Después giró la cabeza hacia él y sonrió. Él no pudo evitar seguir la curva de sus labios y envidiar durante un instante a la botella que los había besado.
-He visto que estabas solo-dijo la muchacha ladeando la cabeza con encanto. Su voz denotaba confianza pero la había conocido lo suficiente para ser capaz de discernir el leve nerviosismo tras sus palabras- ¿Cómo te llamas?
-Elia- el nombre escapó de sus labios sin que pudiera remediarlo, prisionero de la costumbre.
-Elia-repitió ella despacio y se dejó llevar por la dulce evocación del sonido en su boca mientras seguía el movimiento de sus labios paladeando las letras de su nombre.- Nunca había oído ese nombre, es bonito. Yo me llamo Lena.
-Lena-así que ahora se llama Lena. Algo repiqueteó en su corazón- Es un nombre precioso, Lena. Te combina. Parece el nombre de una mujer con carácter. Es un placer conocerte, Lena, a ti y a tu nombre.
Su voz sonó ligeramente ronca cuando lo dijo; vieja, cansada, vencida... Pero ella, por supuesto, no se dio cuenta. ¿Cómo iba a hacerlo? Estaba demasiado ocupada sonrojándose de una forma encantadora. No pudo apartar los ojos de ella. Sí, el tiempo había cambiado, el peinado y las ropas; pero ella seguía siendo la misma, la única mujer a la que había amado en su larga existencia. Y él también seguía siendo el mismo, cayendo una y otra vez en las garras del destino.
Ahora ella se llamaba Lena y él lo sabía y era demasiado tarde para volver atrás.
Aquel lúgubre pensamiento hizo que girara la cabeza nervioso a un lado y a otro. No, se dijo, estaba seguro de que esta vez no le había seguido. Había sido especialmente cuidadoso.
Suspiró, un suspiro largo con un cansancio casi ancestral y volvió a remover el hielo de su martini, apenas dos gotas de rocío en un mar rojo. Estaba claro que no había aprendido la lección. ¿Cuántas veces tenía que encontrarla y perderla para dejar de buscarla? ¿Cuántas veces? Debería saberlo de sobra que aunque él no estuviera ahora allí no podía andar lejos. En algún rincón siguiendo su rastro y planeando su venganza. Como un juego eterno del gato y el ratón. Siempre huyendo. Pero esta vez sería diferente-se prometió- esta vez no se acercaría a ella. Esta vez no dejaría que ella fuera la pieza sacrificada en su loco juego de odio y amor. No, esta vez sacrificaría sus sentimientos. Al fin y al cabo ya la había visto. Estaba bien, era feliz y rebosaba esa vida que tanto había amado por cara poro de su piel. Ahora tendría que recoger sus emociones y marcharse en silencio. Dejarla atrás y desear fervientemente en los años venideros que la vida la tratara bien. Que en esta nueva oportunidad, sin él, ella lograra ser feliz.
Sí, aquel sería el último viernes que se sentaría en la barra de aquel bar y con la sola compañía de un martini observaría a hurtadillas a la muchacha. Aquella misma noche se despediría de la esperanza y abandonaría la ciudad antes de que fuera demasiado tarde.
O eso pensó porque en ese instante un leve movimiento le llamó la atención por el rabilllo del ojo y se giró lentamente. Y entonces la vio. Ponerse en pie, mirar hacia él y sonreír. Si su corazón aún latiera hubiera dado un vuelco, conocía aquella sonrisa cargada de confianza demasiado bien. Y sin mediar palabra la joven cruzó el pequeño pub en su dirección. No pudo dejar de mirarla anonadado. No vestía los tacones que tanto se llevaban porque era lo bastante alta para no necesitarlos, en su figura mientras se acercaba había un nosequé felino que lanzó una descargar eléctrica a su espina dorsal. Sintió el cosquilleo trepar por su espalda.
Era la era de la mujer-se recordó incapaz de apartar sus ojos de ella-era su era.
Como si lo supiera ella llegó y se apoyó sobre la barra a su lado desbordante de seguridad.
-Una cerveza-le pidió al barman que se apresuró a destapar una botellita verde y tendérsela.
La aceptó con gracia y se la llevó a los labios demorándose un segundo demasiado largo en el sorbo. Después giró la cabeza hacia él y sonrió. Él no pudo evitar seguir la curva de sus labios y envidiar durante un instante a la botella que los había besado.
-He visto que estabas solo-dijo la muchacha ladeando la cabeza con encanto. Su voz denotaba confianza pero la había conocido lo suficiente para ser capaz de discernir el leve nerviosismo tras sus palabras- ¿Cómo te llamas?
-Elia- el nombre escapó de sus labios sin que pudiera remediarlo, prisionero de la costumbre.
-Elia-repitió ella despacio y se dejó llevar por la dulce evocación del sonido en su boca mientras seguía el movimiento de sus labios paladeando las letras de su nombre.- Nunca había oído ese nombre, es bonito. Yo me llamo Lena.
-Lena-así que ahora se llama Lena. Algo repiqueteó en su corazón- Es un nombre precioso, Lena. Te combina. Parece el nombre de una mujer con carácter. Es un placer conocerte, Lena, a ti y a tu nombre.
Su voz sonó ligeramente ronca cuando lo dijo; vieja, cansada, vencida... Pero ella, por supuesto, no se dio cuenta. ¿Cómo iba a hacerlo? Estaba demasiado ocupada sonrojándose de una forma encantadora. No pudo apartar los ojos de ella. Sí, el tiempo había cambiado, el peinado y las ropas; pero ella seguía siendo la misma, la única mujer a la que había amado en su larga existencia. Y él también seguía siendo el mismo, cayendo una y otra vez en las garras del destino.
Ahora ella se llamaba Lena y él lo sabía y era demasiado tarde para volver atrás.
Graham Wardle (serie Heartland)
Un chico del que sin duda hay que hablar es del protagonista de la serie Heartland. La historia de esta serie se centra en una granja en la que rehabilita a caballos problemáticos o traumatizados y se les da una nueva oportunidad. Amy es la protagonista de la serie y la que llevará la granja adelante, pero no sin la inestimable ayuda de otras personas entre las que está Ty (Graham Wardle).
De este chico sabemos, por su página web (http://grahamwardle.net/) que es actor, hace películas y fotógrafo. Además, también le gusta escribir poesías. Todo talento, vamos! Y no sólo talento, que su físico no está nada mal....
Marc Blucas (terapia de choque)
En la serie "Terapia de choque" aparece este actor tan maravilloso ya conocido por el papel de Riley Finn en Buffy cazavampiros. Es de Pensilvania y tiene 39 años.
Ahora le conocemos como el personaje de Matthew Donnally en "Necessary Roughness" o en castellano "Terapia de choque". En esta serie hace el papel de entrenador de un equipo de fútbol americano y a cargo tiene bastantes jugadores que desgraciadamente tienen problemas de concentración. Un día, Matthew se topa con la protagonista Dani Santino en un bar y por casualidades de la vida, ella es una psicóloga nada convencional. La Dr. Santino se ofrecerá a ayudar a sus jugadores y es así cómo se desarrollará la serie. Una serie muy interesante, divertida y fresca.
Decir que este actor ha aparecido en muchas series como House, Castle, Ley y Orden, el cuerpo del delito, Lie to me....
Y ahora unas fotos de este chico guapo:
lunes, 5 de diciembre de 2011
Giulio Berruti
El protagonista del spin-off de la serie anteriormente comentada, Elisa Rivombrosa. Participó en la serie "La Figlia di Elisa- Ritorno a Rivombrosa". Obviamente, con semejante físico hizo de coprotagonista junto a Sarah Felberbaum.
Sobre él, qué decir que no sea obvio? Tiene 27 años, es de Roma, estudió odontología pero luego se hizo modelo. También participó en la serie Lizzie McGuire aunque se hizo famoso con La figlia di Elisa.
Elisa Rivombrosa
Una serie italiana, de época y romántica. Trata sobre la familia de condes de Ristori. Están la madre, una hija casada y un hijo soltero. Al cuidado de la madre está Eliza Scalzi, una joven rubia muy bella pero sin título nobiliario, es una simple sirvienta. Sin embargo, Fabrizio Ristori se enamora de Eliza pensando que es una noble, ya que le suelen llamar Eliza de Rivombrosa. Cuando se da cuenta que no es más que una plebeya, intenta persuadirla para poseerla pero ella no se deja. Así pues, debido a las peleas que tiene con ella, se da cuenta de sus virtudes y de que debe respetar su dignidad. Ambos se enamoran apasionadamente pero todo el mundo estará en contra de ellos debido a sus diferencias de clase social. Además, también tendremos intriga ya que ciertos nobles intentan matar al rey y Fabrizio es uno de los que debe intentar impedirlo.
Una serie preciosa, con mucho mucho amor, de esos amores que se hacen de rogar.
Unos vídeos para ilustrar este amor tan pasional:
"El mundo es cálido aquí y el tiempo se ha detenido por momentos. Sin embargo, es todo una fantasía, fruto de la irrealidad. El mundo es hostil, frío y oscuro y tarde o temprano nos tendremos que enfrentar a él. Pero aun no, aun no lo hagamos. Quedémonos un ratito más aquí, en este mundo inventado, en este paraíso de sueños, de deseos hechos realidad."
soniahousa
sábado, 3 de diciembre de 2011
Me too Flower ep 6: EL BESO
¿Quién dijo que en los doramas no hay besos de verdad, de esos apasionados capaces de detenerte el corazón? Vale, sí, he sido yo y muchas veces, me habéis pillado. Peeeero, ¡ESO FUE ANTES DE VER EL EPISODIO 6 de "ME TOO FLOWER"! Eso es un beso, ¡es más que un beso! ¡Es un morreo en toda regla!
AVISO: puede ser perjudicial para la salud. Puedes notar palpitaciones, sudoraciones y temblores.
Pero, ¡qué pedazo de beso! Aún estoy intentando acordarme de como respirar. No es un beso, es EL BESO.
¿Estáis preparadas para verlo?
viernes, 2 de diciembre de 2011
Persuasion (2007)
Me encanta tanto la película de Persuasión, de Jane Austen que os voy a poner unos vídeos de la pareja formada por Anne Elliot y el capitán Wentworth. Esta pareja estuvo prometida hace 8 años pero debido a la poca fortuna de él y el futuro incierto, la relación no prosperó. Sin embargo, tras 8 años vuelven a coincidir y él está buscando una esposa. Será Anne la elegida? Seguirán amándose como hace 8 años?
jueves, 1 de diciembre de 2011
El Club de los Corazones Rotos 7: Interludio (Marco)
Más que verlo lo sintió, el frío viento de la puerta al abrirse, remanso de una conocida borrasca de sentimientos. Era un viento frío, húmedo como las lágrimas, como el aullido que se colaba por el resquicio de una herida reciente y que tardaría en cicatrizar. En el tiempo que Marco llevaba trabajando en "El Club de los Corazones Rotos" había aprendido a reconocerlo, el gemido de un alma que llegaba perdida en busca de consuelo.
Lentamente alzó la vista de la bandeja de plata que había estado puliendo y sus ojos recorrieron el camino hasta la puerta. El corazón se le cayó a los pies al ver allí de pie al mismo fantasma del despecho.
Era una mujer joven, no podía tener más de 20, de mediana estatura y delgada. El largo cabello castaño le caía chorreante sobre el rostro ocultando sin duda un mar de amargas lágrimas. Vestía un largo abrigo azul marino empapado por la lluvia que abrazaba su desvalido cuerpo tiritante, tembloroso, mojado, frío y dolorido. A sus pies un charco de agua comenzaba a formarse, como un pozo de penas que se extendía y amenazaba con inundar la tierra bajo sus pies, el mundo sobre el que se sostenía. Y la puerta abierta a sus espaldas aullaba con el llanto de la tormenta.
"Y es Nochebuena"-pensó con tristeza.
No es que importara mucho, en aquel club cualquier día era lo mismo y las navidades eran la época idónea para que los corazones rotos llegaran a él, algunos en busca de protección, otros huyendo del mundo.
Marco se limpió las manos en el delantal negro, se puso de pie y se apresuró hacia ella. Llevaba el suficiente tiempo trabajando allí para reconocer aquella angustia tan profunda que hacía temblar los cimientos de la propia existencia. Era una mentira piadosa, en realidad trabaja allí precisamente porque era capaz de reconocer a aquella vieja compañera, pero siempre se le había dado bien mentirse a si mismo. Era su forma de mantener la tierra bajo sus pies en calma. Y tal vez ahora podría equilibrar la tierra de otra persona, la de aquella muchacha cuyo llanto sin voz resonaba en su conciencia como una llamada.
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