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jueves, 16 de septiembre de 2010

La cita: Parte 3

La lluvia caía con fuerza cuando Oliver cruzó corriendo la entrada del parque. El cabello le chorreaba y gruesas gotas de agua le rodaban como lágrimas por las mejillas y los labios, la ropa se le adhería a la piel, húmeda y fría, y sus deportivas levantaban una lluvia de gotas a cada paso. Pero nada de aquello importaba, lo único que importaba era llegar, llegar al árbol y volver a verla. Volver a tocarla, a abrazarla, a oír su voz, a oler su perfume, a ver su sonrisa ...

Vio el árbol a lo lejos y echó a correr en un último sprint desesperado acompañado por el chasquido de sus zapatillas empapadas. Se detuvo en seco a unos pocos metros del lugar acordado. Sora no estaba. El árbol seguía erguiéndose alto y fuerte tal y como lo recordaba y completamente solo. Sintió que el alma se le caía a los pies junto con todos los sueños que había alimentado durante un largo año. Toda la soledad, la desesperación... todos los sentimientos ocultos durante aquellos eternos doce meses se le vinieron encima como un alud y sintió como la calided de las lágrimas no derramadas lavaba sus mejillas junto a las frías gotas de lluvia. 

¿Había llegado demasiado tarde? ¿Había sido tan cruel el destino de robarle esta oportunidad por un simple retraso? ¿O es que Sora nunca había venido a la cita? Al fin y al cabo un año era un tiempo muy largo para esperar. Muchas cosas podían ocurrir en un año. Cierto, pero sus sentimientos no habían cambiado, si acaso habían crecido más fuertes y profundos; tanto que dolía sentirlos. Y lo comprendió o tal vez simplemente lo supo, en ese instante todo se volvió claro. Sora lo amaba, lo seguía amando tanto como él a ella. Sora había venido y lo había estado esperando durante horas bajo la lluvia antes de darse por vencida y marcharse. Simplemente supo que era verdad, se lo decía el corazón con toda claridad y Oliver había aprendido a escucharlo hablar.

Eso significaba que había llegado tarde, que la había perdido por minutos.

Cerró el puño con fuerza hasta que se clavó las uñas y le quedaron dolorosas marcas. Un año entero de lucha continua por aquel momento, no iba a darse por vencido. Alzó el rostro al cielo nocturno y dejó que la lluvia arrastrara sus lágrimas y enfriara sus ideas. Echó a caminar. Conocía a Sora, la conocía tanto o mejor que a si mismo. Conocía la fuerza con que se entregaba a sus sentimientos, conocía sus gustos y sus sueños... La conocía puede que incluso mejor que a si mismo. Entonces, en aquella situación, ¿qué haría ella? ¿Dónde iría?

Y sus pasos le guiaron sin que su mente recitara la respuesta a sus preguntas. Levantó los ojos lentamente y su corazón latió con fuerza y dolorosamente contra su pecho cuando distinguió la silueta de una mujer quieta bajo la lluvia, apoyada en la barandilla de un puente con la vista perdida en el río. Una silueta que conocía de sobra, una que hubiera reconocido en cualquier parte, en cualquier momento no importa cuantos años pasaran.

Oliver quiso gritar su nombre a pleno pulmón, llamarla, pero la voz se le perdió en la garganta ahogada por el repentino torrente de sus emociones encontrados. Así que simplemente corrió hacia ella como si la vida se le fuera en ello, en aquel instante, en aquel momento. Tomó su brazo con suavidad y la giró hacia si. Sora se sobresaltó como hacía siempre cuando estaba perdida en la encrucijada de sus pensamientos. Sus ojos se abrieron de par en par al reconocerlo y las lágrimas que corrían por sus mejillas se confundieron durante un instante ente el dolor y la alegría. Vio como sus labios se movían sin lograr pronunciar un solo sonido pero Oliver reconoció que formaban su nombre. 

Sin mediar palabra la abrazó y la sostuvo con fuerza contra su pecho, como si temiera que si la soltaba se desvaneciera como un sueño al despertar. Sora se recostó contra su cuerpo con la familiaridad de quien no ha esperado un año, aspiró su olor y sintió como los brazos de ella se cerraban en torno a su cintura. Las palabras sobraban, todo lo decía aquel simple gesto, la cercanía de sus cuerpos, el llanto suave sin voz, la complicidad con que sus brazos se adaptaron a la medida del otro como si estuvieran cortados a medida por el mismo patrón.

Sora alzó lentamente el rostro hacia él y durante un largo momento ambos se contemplaron en perfecto silencio, bebiendo las características del otro, comparando el presente con los recuerdos y descubriendo que la realidad era mejor que la ficción que habían construido en sus memorias. Y entonces ella pareció encontrar al fin la voz.

-Te he echado de menos- murmuró.

Había sencilla sinceridad en aquella frase mezclada con el torbellino de las emociones guadadas durante un año. Y Oliver se sintió arrastrado por la soledad que ella había experimentado, por el miedo, por las dudas y por encima de todo por su alivio y por su amor irrefutable, un amor que latía con vida propia. 

-Shhhh- la silenció suavemente acariciando sus labios dulcemente con los suyos.

El beso se prolongó una eternidad dulce y tierno, cálido y sincero, cómodo y sencillo como si sus labios hubieran aguardado pacientes a volver a encontrarse. Y pronto a pronto la sed de la ausencia se abrió pasó entre ellos tornando el beso más feroz, más violento como si compartieran la necesidad que habían sentido el uno por el otro. Sus labios se apretaron uno contra el otro, sus lenguas se buscaron y sus cuerpos se abrazaron con fuerza.

Cuando al fin se separaron ambos respiraban con dificultad. Compartieron una sonrisa de satisfacción y Oliver volvió a acercar a Sora hacia si, apoyó sus cabeza sobre la de ella y aspiró el conocido aroma de su cabello mojado. Sora descansó contra su pecho sin fuerza y dejó escapar un largo suspiro cuando Oliver acercó sus labios a su oído y comenzó a cantarle en voz baja como tantas otras noches sus sentimientos. Esta vez su canción era Home de Westlife, para resumirle cada minuto de su tiempo sin ella, de su viaje, de su soledad en una sola canción.



Sora cerró los ojos sintiendo como la emoción le embargaba. Oliver dejó que el viento arrastrara las últimas estrofas de la canción. Y ambos se sintieron completos por primera vez en mucho tiempo, se sintieron en casa de nuevo y esta vez no lo dejarían marchar.


2 comentarios:

  1. Me ha encantado el final y la canción no podría haber sido más adecuada. Todo perfecto!!! Me ha encantado, perfecto!

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  2. Gracias, gracias. Ahora solo falta el epílogo ;P

    Y ya, la cancion la oi x casualidad y dije: ¡pero si es igual k mi historia! Asi k decidi ponerla. Asi es relato con musica.

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