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lunes, 28 de junio de 2010

La cita: Parte 1

Estaba tan nerviosa que había llegado casi una hora antes al parque. Se repetía una y otra vez que no importaba, que en casa solo habría estado dando vueltas de un lado a otro como un león enjaulado, retorciéndose las manos como tenía por costumbre cuando estaba nerviosa y echando furtivas miradas al reloj de la cocina cada minuto. Pero no podía evitar sentirse estúpida allí de pie, bajo un árbol, viendo pasar a las madres con sus cochecitos de bebé, a las parejas paseando de la mano y a los niños jugando al pilla en el césped. Y cada minuto que pasaba se sentía más estúpida aún. Estaba segura de que los niños la miraban de reojo y se reían por lo bajo. Debía de parecer un pasmarote allí de pie bajo aquel árbol, una chica a la que su novio había dejado plantada. Mirando a los niños por el rabillo del ojo pensó con desazón que tal vez no estuvieran tan desencaminados, que probablemente la fueran a dar plantón. Y se quedaría allí, sola y con el corazón roto, echando raíces bajo el árbol. Pero no era un árbol cualquiera, era su árbol, el árbol bajo el que se habían dado el primer beso, el árbol que lo había visto marchar de pie a su lado. Se preguntó si allí plantado el árbol le echaría tanto de menos como ella, si contaría los días para volver a verle, si estaría reprimiendo el aliento y albergando falsas esperanzas.

No pudo evitar regresar a su última noche, la noche en que lo había visto partir, lo había dejado partir con una falsa sonrisa, el corazón en un puño y una promesa. Volvió a verlo a la tenue luz de la farola de pie bajo el árbol, tan atractivo como lo recordaba. El cabello sedoso y tan oscuro como la noche le rozaba el cuello de la camisa blanca y aquel mechón rebelde que tanto le gustaba le caía como siempre sobre el ojo izquierdo con un ademán casual. Sobre aquellos ojos verdes de ensueño, aquellos ojos soñadores que parecían capaces de todo, aquellos ojos que le habían robado el corazón desde el primer momento y se lo habían llevado consigo. Y sonreía, su sonrisa deslumbrante sobre la piel morena y a pesar de todo escondía una infinita tristeza. Las despedidas son amargas. Entonces había estado segura, ahora ya no tanto. Él partía para realizar su sueño de ser cantante, la ambición de su vida y ella se quedaba atrás, en casa sola para verlo triunfar. Podría haberlo retenido a su lado-pensó no sin cierta amargura- Podría haberle suplicado que no se fuera y él habría aceptado, porque él haría cualquier cosa por ella. Al menos entonces lo hubiera hecho, ahora ya no lo sabía. Sin embargo sí había sabido entonces y sí seguía sabiendo ahora que ninguno de los dos hubiera podido ser feliz de esa manera. Que era injusto y caprichoso que renunciara a su sueño por quedarse junto a ella, que no tenía derecho alguno a retenerlo. Y aunque él no se hubiera quejado nunca, aunque él lo hubiera entendido y aceptado, aunque él nunca la hubiera culpado... la luz de su mirada se hubiera ido extinguiendo poco a poco y su sonrisa también hubiera perdido su brillo, su vitalidad, su esperanza... Aquello que ella tanto amaba de él, una parte inseparable de su carácter y no solo nunca se lo hubiera perdonado, sino que habría echo infeliz a la persona que amaba, hubiera asesinado su voluntad para siempre. Habría matado su corazón. Así que cuando recibió la magnífica oferta de la discográfica para grabar su primer disco, para hacer su primera gira por el mundo solo había sonreído, se había alegrado por él en lo más profundo; aunque por dentro su corazón se desangrara, aunque llorara lágrimas en el silencio. Le había dado todo su apoyo.

Y allí, bajo aquel árbol, hacía exactamente un año, Oliver había tomado sus manos pálidas entre las suyas cálidas y morenas, la había mirado a los ojos con aquella mirada verde desbordante de ilusiones y le había hecho una promesa con aquella voz que en apenas unos meses maravillaría a millones de fans en todo el mundo, aquella voz que hasta entonces había sido solo suya para maravillarla:

-Un año es tiempo, pero no es tanto tiempo para alguien que se ama tanto como nosotros dos. Será difícil para ambos, lo sé, pero nuestro vínculo es fuerte y sé que ni el tiempo, ni el dinero, ni la fama podrán romperlo. Yo creeré en ti y pensaré en ti cada día, cada instante. Cada canción que cante en cada punto del mapa será solo para ti, no importa cuanta gente la escuche, a cuanta gente le guste, será solo tuya. Y quiero que tú también pienses en mí, quiero que tú también creas en mí y que me esperes, que esperes mi regreso. Te prometo...- su voz se había encendido de pasión para pronunciar las últimas sílabas- te prometo que volveré a buscarte dentro de un año y si se he realizado mi sueño, si he triunfado te llevaré conmigo y nadie volverá a separarnos. Y sino me quedaré a tu lado siempre igualmente. Quiero que me prometas que dentro de un año volveremos a encontrarnos a esta misma hora, en este mismo lugar. Quiero que me prometas que dentro de un año estarás esperándome aquí- me apretó las manos con fuerza como si temiera que saliera huyendo, que lo abandonara allí con su promesa- Prométemelo, Sora, prométeme que volveremos a encontrarnos aquí dentro exactamente de un año.


Y Sora se había limitado a sonreír y con un enorme esfuerzo para que la voz no se le quebrara traicionando su dolor, había respondido con las tres únicas palabras que había logrado pronunciar:

-Es una promesa.

Y lo había visto marchar, lo había observado alejarse con el corazón en la mano mordiéndose el labio para no romper a llorar y tan solo cuando la noche se tragó por completo su silueta alta y esbelta había permitido que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Aquella noche había compartido el dolor con aquel árbol, el guardián de su amor y sus secretos.

Sora regresó lentamente a la realidad, no sin cierto desazón, y volvió a comprobar el reloj. Con sobresalto descubrió que marcaba casi la hora indicada. Empezaba a anochecer y la gente se marchaba ya de vuelta a sus casas, las farolas empezaban a encenderse y pronto se quedaron el árbol y ella a solas sumidos en la semipenumbra. Las manecillas del reloj giraron hasta marcar la hora indicada, miró espectante a un lado y otro del camino, con el corazón desbocado y el miedo atenazando su garganta. Pero las manecillas se detuvieron y pasaron de largo sin que nadie apareciera. Se dejó caer abatida al suelo, apoyó la espalda contra el tronco de su árbol y continuó esperando. Pero el sabor amargo del desengaño le llenaba la boca, el alma y el corazón.

"Estúpida"-se dijo entre enfadada y decepcionada- "Estúpida. ¿Cómo podrías creer que él vendría? ¿Por qué iba a hacerlo?. Ha pasado un año entero y un año es mucho tiempo, en un año ocurren muchas cosas. Y más si él ahora es famoso, ahora mujeres del mundo entero lo adoran y muchas seguro más hermosas que yo. ¿Por qué iba a volver? No soy tan especial."

Enterró el rostro entre las manos para ocultar su desengaño, su bochorno, su dolor...

"Pero él hizo una promesa"-murmuró con debilidad la voz de la esperanza en su mente.

"¿Y acaso eso importa?"-le respondió mordaz- "Sabía que no vendría desde que escuché por primera vez su voz en la radio, desde que vi su videoclip por primera vez en televisión, desde que seguí su primera entrevista palabra a palabra, desde que emitieron en directo su primer concierto. Lo sabía y aun así me aferraba a esa ridícula promesa como si fuera sagrada, como si fuera inquebrantable. Estúpida de mí. Aunque veía su cara tan atractiva en las revistas, aunque oía a las adolescentes en las tiendas de discos suspirar por sus huesos... aún así seguía aferrándome a ella como a un clavo ardiendo, era lo que me mantenía cuerda, lo que me obligaba a seguir. He sido un zombie durante todo este año, la esclava de una promesa sin valor. Todo el día con la radio encendida por si sonaba alguno de sus singles, con la tele puesta cada vez que aparecía en algún programa aunque solo fuera durante un segundo solo por poder verlo, con sus canciones en mis cascos cada vez que salía a la calle imaginando que me cantaba al oído como hacía algunas noches antes. Había estado viviendo en un sueño, suspendida en una ilusión huidiza, adicta a su voz, a sus canciones, a sus actuaciones, a las sonrisas blancas que captaba la televisión como si fueran mías. Y ahora por fin despertaba a la realidad, la promesa se resquebrajaba, el sueño moría y yo con él. Él no vendría."

La lluvia comenzó a caer gota a gota con dureza sobre ella y Sora levantó la cara al cielo y dejó que la lluvia limpiara sus lágrimas amargas. Pero cuanto más fuerte caía más gruesas eran sus lágrimas, más altos parecían sus sollozos y las gotas de lluvia se mezclaban con las lágrimas, endulzándolas antes de llegar a sus labios. Recordó el estribillo de una de sus canciones:

Bebiendo agua de lluvia
me pregunto porque su sabor es salado,
hasta que te encuentro oculta en mi memoria
y descubro que estoy llorando.

Tarareando el estribillo con amargura, paladeando el sentido de sus palabras, se puso en pie con dificultad, como si beber el agua de lluvia la hubiera emborrachado, o tal vez embriagada por el sabor salado de sus propias lágrimas. 

La lluvia caía sin compasión sobre ella adhiriendo su vestido de tiras blanco a su cuerpo y desbordándose sobre su cabello castaño y el reloj marcaba una hora más de la hora indicada cuando se dio por vencida y se enfrentó sola al camino de regreso a casa.

CONTINUARÁ ...

4 comentarios:

  1. Necesito el continuará ya!!!! Joooo, no me puedes dejar con esta pena en el alma. Es muy triste, él tiene que llegar, por favor!!!!! Que los lectores no podemos aguantar estas tristezas!!!!

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  2. Sin agobiar!! Tú si que exiges... :P

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  3. Jooo, es que si escribes tan bien como para que la gente se enganche, no es mi culpa. Como fan tuya te tengo que agobiar, jajaja!

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  4. Exageras. Pero gracias por tu apoyo incondicional. <3

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